“Nos hicieron creer que cada uno de nosotros es una media naranja, que la vida sólo tiene sentido cuando encontramos la otra mitad.

     No nos contaron que ya nacimos enteros, que nadie en nuestra vida merece cargar en sus espaldas la responsabilidad de completar lo que nos falta. “ 

John Lennon

 

El concepto de «media naranja”  tiene su origen en la obra  “El Banquete” de Platón, concretamente en el discurso de Aristófanes  sobre el mito del Andrógino. En la obra, Aristófanes expone que la humanidad se dividía en tres géneros: el masculino, el femenino, y el andrógino, siendo estos últimos seres esféricos como naranjas, con dos caras opuestas sobre una misma cabeza, cuatro brazos y cuatro piernas que utilizaban para desplazarse rodando. En un alarde de vanidad los Andróginos se enfrentaron a los Dioses, sufriendo el castigo de Zeus que los partió por la mitad con su rayo. Desde entonces Amor trata de unirlos de manera que, cuando se encuentran, se unen de tal forma que es para toda la vida, tratando cada uno de reunirse y fundirse con el amado y convertirse de dos seres en uno solo.

Desde entonces los seres humanos parecemos condenados a buscar pareja, nuestra media naranja para, unidos, ser más completos. En resumen: depender del otro.

En el momento en el que planteamos que una mitad necesita de la otra, se establece una relación de dependencia en la pareja que, lejos de hacernos libres, nos ata sin dejar que nuestro ser interior salga a la luz y nos hace prisioneros del otro. Poesía, historias, fabulas, canciones nos bombardean subliminalmente con la idea de necesitar al otro: “…sin ti no soy nada…”, “…no puedo vivir sin ti…”, etc…

Desde el punto de vista de la necesidad, existen diversas formas de relaciones de pareja:

La relación de pareja de dependencia ocurre cuando uno se cuelga de otro como si fuera un adorno que éste lleva. Un individuo basa su estado anímico, su valía y su propia autoimagen en la opinión que su pareja tiene de él. Se trata de relaciones sin base ni fundamentos sólidos, en las que afloran las carencias emocionales de cada uno y surgen conflictos e insatisfacción permanente en sus miembros. En la pareja reinan  miedos y desconfianza, haciendo que desaparezca la complicidad y la empatía.

La psicología moderna plantea el concepto de pareja o relación co-dependiente   que es cuando un miembro de la pareja prescinde de las propias necesidades emocionales para centrarse en el otro. El co-dependiente realmente no ama, sino que depende psicológicamente del otro de forma casi adictiva ya que necesita de su validación. Es el otro quien da sentido a su vida mientras él reemplaza su deseo de ser querido por el de ser necesitado. El individuo se vuelca en que se dependa de él y en convertirse en una necesidad para el otro. La persona co-dependiente suele estar obsesionada por complacer a cualquier precio, sus sentimientos verdaderos apenas existen, sus proyectos personales se supeditan a las necesidades del otro y se culpabiliza de todo aquello que sale mal

A pesar de que en 1929 Mahatma Gandhi afirmara que “la interdependencia era y debía ser el ideal del ser humano”, la realidad es que en una relación de interdependencia, también llamada dependencia reciproca, uno depende del otro y el otro depende del uno, y como ambos dependen, lo mejor, si no lo único que pueden hacer, es estar juntos. Mientras que la antes mencionada dependencia establece una jerarquía entre los dos sujetos,  la interdependencia pone al mismo nivel a ambos. En una relación de pareja interdependiente los individuos no unen sus vidas desde la libertad de cada uno, sino que esa unión es la única opción posible, derivada de la necesidad que tienen el uno del otro.

La autodependencia es un concepto tomado de la Terapia Gestalt, acuñado por el terapeuta argentino Jorge Bucay, y que tiene una relación estrecha con el concepto de autoestima entendida como la manera en que nos vemos y  cómo nos sentimos acerca de nosotros mismos. Ser autodependiente es  admitir que uno no es ni omnipotente ni autosuficiente, que es vulnerable pero que en realidad nadie más que uno mismo es quien lleva las riendas de su propia vida. Con ello descargamos a nuestra pareja de toda responsabilidad sobre nuestros actos, impulsos o deseos.

 El amor que damos al otro es realmente el que nos queda tras amarnos a nosotros mismos.  Sólo puedo dar, ayudar, ofrecer y sobre  todo recibir de mi pareja una vez me respete, me quiera y me acepte plena y completamente.

 

Y Tú, ¿Has encontrado tu media naranja?

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