Una madre, con su tono, el ritmo de su voz y su entonación puede tranquilizar, emocionar, sosegar o alterar a su bebé. Esa comunicación que tiene lugar entre ellos, los abrazos y los besos son una sincronización que el psicólogo estadounidense Daniel Goleman, padre de la Inteligencia Emocional, denomina Protoconversación. Mediante este simple mecanismo entre una madre y su bebé, uno registra la respuesta del otro, ajustando la suya en consecuencia.

La Protoconversación se realiza de forma no verbal pese a utilizarse palabras, aunque estas solamente cumplen la función de efecto: son sonidos que dan énfasis. A través de la mirada, los arrullos, la sonrisa, el tacto y la “musicalidad” de la voz se establece toda la comunicación.

En Psicología Evolutiva, se habla de Protoconversación cuando el bebé empieza a intercambiar con un adulto sonidos con intención de comunicarse, lo que dará paso más adelante al lenguaje. Según Gregory Bateson, antropólogo, científico social y lingüista americano, es a partir de esa Protoconversación como el bebé aprende a iniciar y a acabar conversaciones, a practicar el uso tanto de los turnos como de los diversos elementos verbales y no verbales básicos que le llevaran a desarrollar la capacidad de mantener una conversación.

Sin duda alguna, durante la Protoconversación, la conducta lingüística del adulto tiene un efecto inmediato en la conducta del niño. La imitación es uno de los comportamientos más comunes y reconocibles en el reino animal. Al igual que los polluelos  aprenden a  batir sus alas por imitación a sus mayores,  los niños copian las palabras y gestos de los padres, para posteriormente ampliar su gama imitando el comportamiento  de  sus compañeros y profesores en el colegio o de otros adultos que interaccionen con ellos.

Protoconversación

Antes de que el niño comience a hablar, desde el momento de su nacimiento, ha habido un periodo de preparación. El bebe aprende a llamar la atención mediante llantos, gritos, gorgojeos, pedorretas, etc.… y manifiesta sus sentimientos recurriendo a reacciones reflejas: el adulto reacciona ante estos actos del niño. Así, el niño va aprendiendo a comunicarse a través de esa Protoconversación.

Los sonidos que hace un bebé durante los primeros meses de su vida son iguales en todas las lenguas. Hacia los dos meses de edad empieza a emitir sonidos que provienen de la parte posterior de la boca, lo cual le permite comenzar a ejercitar los músculos del habla. Gracias a la estimulación y a la influencia del ambiente es a partir del sexto mes cuando comienzan a predominar los sonidos de la propia lengua a través de la repetición de sílabas.

Un grupo de investigadores, encabezados por el doctor Kimbrough Oller, de la Universidad de Memphis, tras un estudio exhaustivo, concluyeron que a través del análisis de los balbuceos de los bebés puede diagnosticarse el autismo con un 86% de precisión. El estudio ha sido realizado en EEUU grabando las vocalizaciones de 282 niños a lo largo del día. Los investigadores emplearon un total de 1.486 días o, lo que es lo mismo, analizaron 12 parámetros relacionados con la evolución del lenguaje en más de tres millones de sonidos grabados.

«Algunos estudios previos habían sugerido que aquellos niños que padecen autismo presentan unas características de vocalización marcadamente distintas, pero, hasta ahora, no hemos podido usar este conocimiento en aplicaciones clínicas debido a la falta de una tecnología de medición», indica el Dr. Steven Warren, de la Universidad de Kansas, que también ha participado en el estudio.

El Autismo, en la actualidad y con los procedimientos habituales, puede diagnosticarse a partir de los 18 meses de edad, aunque lo más normal es que no se identifique hasta mucho después. La tecnología desarrollada gracias a este estudio podría ayudar a los pediatras a identificar antes esta clase de trastornos y ofrecer a los niños tratamientos más tempranos y más efectivos.