Allá por Mayo de 2005, los medios de comunicación se hicieron eco de uno de los casos de mitomanía más espectaculares de los últimos años: Benito Bermejo, experto en historia contemporánea, destapó la gran mentira de Enric Marco, nacido en Barcelona en 1921 , quien a lo largo de 30 años estuvo contando su dramática, a la vez que falsa, reclusión en el campo nazi de concentración situado en Flossenbürg.

Durante todos los años que mantuvo su mentira, Marco llevó a cabo una intensa labor como conferenciante, relatando sus totalmente ficticias vivencias en campos de concentración del III Reich. Su intensa labor divulgativa le llevó incluso a presidir la asociación Amical Mauthausen, formada por supervivientes del exterminio nazi, y a recibir la Cruz de Sant Jordi, máxima distinción otorgada por el Gobierno catalán.

Descubierto, Enric Marco justificaba su engaño, su grán mentira, argumentando que no lo hizo “por maldad”, sino porque así se le prestaba más atención y “podía difundir mejor el sufrimiento de quienes pasaron por los campos de concentración”, con quienes estaba muy sensibilizado.

El termino mitomanía hace referencia a un trastorno psicológico, por el cual la persona que lo padece muestra adicción a mentir, lo que le proporciona una serie de beneficios inmediatos como pueden ser la atención o la admiración a la que hacía referencia Marco. Es posible que exista, o no, intención de engañar, pero el verdadero fin es deformar la realidad para contar una historia personal aún más llamativa. El adicto a mentir, aunque quiera, no puede dejar de hacerlo ya que la mentira se ha convertido en la forma que tiene de comportarse y relacionarse con los demás, llegándose a sentir inseguro, vulnerable e indefenso si no adorna la verdad con mentira que a los oidos de su público la hagan aún más interesante.

En 1905, el psiquiatra francés E. Dupré definía el término mitomanía como una tendencia patológica a inventarse episodios de la propia vida. El mitómano fabula de forma constante y exagera sobre sus capacidades y sus propios logros sociales, laborales o amorosos. Necesitan desesperadamente sentirse el centro de atención mientras explican episodios dramáticos, excitantes o fabulosos que en realidad jamás han ocurrido.

El mitómano recurre a la mentira para sentirse importante, ya que carece de otros recursos para comunicarse de forma adecuada con los demás; es su forma de llamar la atención. Exagerando o inventando anécdotas o historias obtienen el interés de quienes le rodean y se sienten más importantes, inteligentes o afortunados. En realidad, debajo de esa máscara de fabulación, son personas con una baja autoestima, que sienten pavor al rechazo social y necesitan impresionar para que quienes les rodean les respeten o incluso les acepten. Si bien no es exclusiva de ellos, la mitomanía es más frecuente en hombres, encontrándose su origen en una desconfianza en el prójimo, una baja autoestima o escasas habilidades sociales.

Lo que diferencia al mentiroso del mitómano es que el primero inventa para protegerse, mientras que el mitómano recurre a la mentira sin motivo, por el mero hecho de darse importancia.

Los mitómanos mienten de forma inconsciente para construirse una imagen más grandiosa frente a los demás o frente a si mismos, y lo hacen sin pensar en las consecuencias. Cuando urden una nueva mentira saben que mienten, pero acaban creyéndosela. Como su objetivo es ser el centro de atención no solamente inventan grandes gestas, sino también grandes dramas personales, buscando la atención bien sea a través de la admiración o de la compasión de los demás.

El mitómano suele ser una persona convincente, con un discurso verosímil aunque excesivo, incluso a veces histriónico, con grandes dotes para la actuación y para la manipulación; su propia inseguridad puede llevarles a tartamudear, a cambiar constantemente de tema o a dar distintas versiones del mismo hecho dependiendo de quien le preste oídos. Es tal su afán por falsear la realidad que acaban mezclando realidad con fantasía sobre detalles de su trabajo, su vida, su edad, su salud que en realidad no habría necesidad de falsear para ser contados.

En general se trata de individuos superficiales, alegres rozando la frivolidad, poco perseverantes y con tendencia a eludir las responsabilidades. Sienten una profunda insatisfacción y una necesidad imperiosa de admiración, de aprobación… en otras palabras: de afecto.

Dentro de la mitomanía, hay quien exagera cualidades personales, quien se atribuye conocer o codearse con personas importantes, quien dice haber presenciado o participado en acontecimientos extraordinarios, o quien inventa un impresionante historial académico o profesional. Es tal la necesidad de exagerar que llegan a convertir en drama situaciones que para cualquiera serían normales o de poca importancia.

 

No es habitual que las personas que sufren mitomanía están muy lejos de darse cuenta de que necesitan ayuda de un especialista, por el contrario son las personas de su circulo mas cercano o sus víctimas quienes denuncian la situación y buscan ayuda.

¿Crees que has conocido a algún mitomano?

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