Todos nos hemos cruzado, alguna vez en nuestra vida, con alguien con un gran magnetismo personal. Cuando encontramos a alguien así sentimos que nos atrapa con su magia y provoca que  nos olvidemos del resto del mundo.

El Magnetismo personal es una cualidad que ciertas personas han desarrollado que les hace capaces de captar toda la atención de quienes les rodean.  Es como si nos viéramos atrapados en su campo magnético.

El Magnetismo personal es algo innato en todos nosotros, pero que habitualmente no desarrollamos perdiendo así la posibilidad de utilizarlo de forma consciente y eficaz. Si queremos aprovecharnos de esa herramienta innata, de desarrollarla y beneficiarnos de su uso, es muy importante comenzar por sentir pasión por lo que uno hace, ya que sintiéndola inevitablemente la transmitiremos con nuestro discurso.

Recientes investigaciones han demostrado que en el cerebro de los primates existe un tipo de neuronas llamadas “neuronas espejo” que sólamente se activan cuando el mismo acto que realiza un primate lo efectúa otro que es observado por el primero. De igual forma, entre dos humanos se activa la misma área cerebral, haciendo que sintamos una emoción al observar a otra persona en el mismo estado emocional. Así, las neuronas espejo de nuestro interlocutor se contagiarán de nuestra pasión y de forma inconsciente influiremos en su estado emocional hasta que entre en sintonía con el nuestro.

Para transmitir ese Magnetismo personal, además de sentir pasión, hemos de ser conscientes de que la mejor forma de conseguir que otra persona se fije en nosotros es, precisamente, prestarles toda nuestra atención: si damos valor a lo que dice y siente que le escuchamos atentamente, sin lugar a dudas, crearemos una conexión con él.

Nuestro foco, entendiendo por ello nuestra capacidad de marcarnos un objetivo, y la coherencia tanto en nuestro planteamiento como en nuestras acciones nos ayudarán a potenciar nuestro magnetismo personal, utilizando adecuadamente nuestra comunicación verbal y corporal. Con todos estos elementos trabajando al unísono conseguiremos que nuestro interlocutor entre en nuestro campo magnético y permanezca en él. Lo que denominamos el Magnetismo personal de una persona viene determinado por el impacto emocional que tiene sobre los demás.

Magnetismo personal

La primera impresión es fundamental a la hora de entablar una comunicación.

A través de la vista, primero nuestra amígdala y después nuestra corteza pre-frontal, en décimas de segundo, examinan, escanean y valoran a nuestro interlocutor para ver qué grado de conexión existe entre él y nosotros. Aunque todavía no haya mediado palabra, ya habremos realizado la primera evaluación y tenemos un pequeño análisis sobre cómo es nuestro interlocutor. Tanto consciente como inconscientemente escaneamos sus gestos, su postura, su actitud, la forma de vestir, de moverse y caminar, su expresión facial y la reacción que tiene hacia nosotros, pero sobre todo: analizamos su mirada.

La mirada es la fuente de información que nos transmite, de forma más fidedigna, el estado en el que se encuentra nuestro interlocutor y su actitud hacia nosotros. Quizá esa es la razón por la cual, cuando pensamos que alguien nos está mintiendo, le pedimos que nos hable mirándonos a los ojos; porque así sabremos si nos dice la verdad. Seguramente también a eso se deba el hecho de que cuando nos sentimos incómodos ante alguien sin saber por qué, lo que ocurre es que recibimos mensajes contradictorios: nos cuenta algo con sus palabras mientras sus ojos expresan todo lo contrario.

Mirando directamente a los ojos a alguien podemos saber: si está enfadado o asustado, si se encuentra triste o contento, si su carácter es tímido o atrevido, e incluso, si nos fijamos bien en sus pupilas, podríamos deducir si se siente atraído hacia nosotros. A través del análisis de una mirada recogemos información sobre la realidad emocional de nuestro interlocutor. Esta capacidad analítica la hemos desarrollado a lo largo de la evolución de nuestra especie, y gracias a ella hemos podido prepararnos para la lucha, o la huida, en el caso de sentir agresividad o detectar miedo, o a acercarnos a nuestro interlocutor si detectamos empatía.

Por eso, cuando nos sentimos felices y seguros o ponemos pasión en lo que hacemos, nuestros ojos se abren más de lo normal, se nos ilumina la mirada y ese brillo se contagia a los demás, haciendo que sus neuronas espejo les lleven a sintonizar con nuestras emociones. Es entonces cuando les “atrapamos” con nuestro Magnetismo personal.

Mirar a los ojos a alguien que nos está hablando le transmite que nos importa como persona, que somos receptivos y captamos su mensaje, que compartimos sus preocupaciones y que estamos teniendo en cuenta sus reflexiones. De la misma forma, cuando sentimos que alguien aparta su mirada, nos produce la sensación de que no nos está escuchando y de que no le importa lo que le estamos contando.

El contacto visual apoya o refuerza nuestra comunicación verbal, lo cual le convierte en un elemento muy importante a la hora de transmitir una idea, presentar un producto, o contar una historia. Es decir: transmitir esa pasión que atrapa.

La sabiduría popular considera que los ojos representan el espejo del alma; por eso, en algunos países asiáticos se entiende como una intromisión en la intimidad el hecho de mirar directamente a los ojos al interlocutor. No es fácil mantener una mirada intensa y profunda a los ojos de alguien; es algo a lo que no estamos del todo acostumbrados y necesita ser cultivado.

Como cualquier arte, el contacto visual se puede entrenar mediante distintas técnicas sencillas de practicar en nuestra vida diaria. Michael Ellsberg, experto orador norteamericano, en su reciente libro titulado “El poder del contacto visual”, propone una serie de ejercicios de desensibilización progresiva, los mismos que también se usan para eliminar otros miedos o fobias.

 

Pasos para llegar a desarrollar todo el potencial de tu mirada.

Los pasos que, según Ellsberg,  serían necesarios para desarrollar todo el potencial del contacto visual son los siguientes:

  • Para comenzar debemos proponernos establecer contacto visual progresivo con un familiar o con alguien de nuestra confianza al que le podamos comunicar que estamos realizando un ejercicio.
  • Una vez seamos capaces de mantener la mirada de alguien cercano, intentaremos establecer contacto visual con extraños: haciendo breves contactos visuales con todas las personas que veamos en la calle. Se trata de mirarles a los ojos, con una mirada neutra, durante muy poco tiempo, el justo para ver cuál es el color de sus ojos, y retirar la mirada antes de que se sientan incómodos o desafiados.
  • Alcanzado este punto podremos intentar establece un contacto visual prolongado con desconocidos con los que la situación se preste a una relación corta: un dependiente, un camarero, etc.
  • Superada esta etapa por fin nos encontraremos capacitados para mantener un contacto sustancial con familiares, amigos y personas con la que ya nos estábamos relacionando o con las que solíamos mantener conversaciones. Si lo hacemos de forma gradual y sutil apenas notaran nuestro cambio pero, sin saber por que, se sentirán más a gusto en nuestra compañía.
  • El siguiente y último paso es un contacto visual profundo con alguien al que acabamos de conocer.

Trucos para romper las barreras del contacto visual

Por supuesto existen pequeños trucos que nos ayudarán a romper esas barreras  y nos ayudarán a potenciar nuestro Magnetismo personal:

  • Es mejor comenzar practicando este arte cuando estamos escuchando y, una vez nos sintamos cómodos, comenzaremos a hacerlo cuando estemos hablamos.
  • Resulta más sencillo, al principio mirar sólo a uno de los ojos. Cuando nos sintamos más relajados podremos enfocar de forma más amplia, lo cual abarcará ambos ojos de nuestro interlocutor a la vez.
  • No mantengamos la mirada fija: parpadeemos. Esto nos ayudara a relajarnos y sobre todo evitará a nuestro interlocutor la sensación de que esta siendo examinado o de estar siendo observado por un “desequilibrado”.
  • Si necesitamos romper el contacto visual procuremos no hacerlo bajando los ojos, sino con un movimiento horizontal, ya que de bjar la mirada daremos la sensación de retirarla por vergüenza.
  • Y, por último, si tememos mirar a los ojos a un desconocido y que nos acabe preguntando por qué le estamos mirando fijamente, no estaría de mas tener preparada una excusa / respuesta del tipo: “disculpa, pensé que eras alguien conocido”.

 

   

¿Eras consciente del poder de tu mirada?

Cuéntanos algun momento en el que has experimentado con tu mirada