El efecto Pigmalión se produce cuando una persona consigue lo que se había propuesto simplemente porque creyó firmemente que era capaz de conseguirlo. Su efecto es puramente psicológico y puede producirse con carácter positivo, creyéndose uno capaz de alcanzar ese logro, lo cual hace que aumente su autoestima, o con carácter negativo al verse paralizado cuando su autoestima disminuye por creerse incapaz de lograrlo.

El efecto Pigmalión toma su nombre del mito griego en el que el escultor Pigmalión se enamoró de una de sus esculturas a la que bautizó como Galatea, y lo hizo hasta tal punto que la trataba como si fuera una mujer real, como si estuviera viva. Afrodita, Diosa del Amor, al ver la pasión que éste sentía por la estatua hace que cobre vida la mujer de sus sueños. Es el sueño hecho realidad.

Robert Rosenthal, psicólogo de la Universidad de Harvard, a inicios de los años 60 estudia el efecto Pigmalión y demuestra como las expectativas que se tiene sobre un individuo influyen en el comportamiento de éste. En una escuela primaria realizo diversos test de inteligencia a alumnos de entre 7 y 11 años.Simuló que analizaba los resultados y comunicó a los profesores que una mitad de cada clase, elegida totalmente al azar y sin tener en cuenta los resultados reales del test, tenía un coeficiente intelectual muy superior a la media, mientras que la otra mitad tenía una inteligencia o capacidad mediocre. Los resultados de esta investigación arrojaron que aquella mitad de alumnos que se habían “designado” como más inteligentes obtuvieron un progreso mayor al final de curso que la otra parte de la clase. Lo que realmente ocurrió fue que las expectativas de los profesores, la forma de tratarlos sobre la base de su supuesta super-capacidad, había obrado en ellos el «milagro» de la excelencia, transformando y estimulando sus realmente mediocres capacidades. Como el profesorado los consideró inteligentes, les trato como inteligentes, ellos se lo creyeron y efectivamente actuaron como tales. Así queda comprobada la tremenda importancia de las expectativas propias y ajenas en nuestro comportamiento.

Decía Henry Ford: “Si crees que puedes, o si crees que no puedes, en ambos casos estás en lo cierto”. Si nosotros creemos que no podemos, tendremos razón. Si los demás deciden que no somos capaces y elegimos creerles, entonces tendrán razón también. Depende de lo que esperemos que ocurra daremos una orden u otra a nuestra mente para que se prepare a enfrentarse a una situación. En realidad debería carecer de importancia lo que los demás piensen de nosotros, siempre y cuando no actuemos “según lo que nosotros creamos que ellos creen sobre nosotros”.

Si esperas que algo te suceda te va a suceder: La ley de las expectativas establece que “todo lo que con certeza esperes que te pase se convertirá en tu propia profecía de autocumplimiento.”

autoestima

Una profecía autocumplida es una expectativa que incita a las personas a actuar de forma que hacen que la expectativa se vuelva cierta, que lo esperado inevitablemente ocurra.

          -A mí nadie me quiere.

          – ¿Qué te hace pensar así?

          – Que se que nadie me quiere. Cuando conozco a alguien y me muestro como soy, me rechazan. En general no gusto…

         -¿Qué es para ti mostrarte como eres?

         -Pues.. no se….decir lo que pienso sin que me importe cómo se lo tomen los demás; hay gente a la que no le gusta la sinceridad.       Además no tengo por qué soportar el mal humor de nadie ni que me vengan con sus problemas. Tengo mal genio

        -¿Puede ser que a veces te muestres arisca y a la defensiva?

        -¡Y como no voy a estar a la defensiva: si nadie me quiere!

La profecía autocumplida nos demuestra cómo nuestro propio subconsciente nos engaña. En la anterior conversación, como ella está convencida de que nadie la quiere actúa a la defensiva, al actuar a la defensiva la gente se siente atacada y se aleja, entonces ella finalmente tiene razón: nadie la quiere. Antes de que existiera el rechazo real ella ya lo estaba esperando. Una vez que una persona se convence a sí misma de que una situación tiene un cierto significado, al margen de que realmente lo tenga o no, adecuará su conducta a esa percepción.

En su libro Teoría social y estructura social, R.Merton en 1948 plantea la siguiente definición:  «La profecía que se autocumple es, en un principio, una definición «falsa» de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación, al final, se vuelva «verdadera»».

Por tanto, nuestro comportamiento está determinado por la percepción que tenemos de la realidad y por el significado que damos a la situación, más que por la propia realidad.

La teoría de la profecía autocumplida explica que cuando mantenemos una firme creencia respecto a algo o a alguien, acabamos corroborándola. La teoría en si no es ni beneficiosa ni perjudicial, ya que solo dependerá del uso que hagamos de ella; al funcionar para situaciones negativas, también puede funcionar en nuestro beneficio ya que nos permitirá cambiarlas fácilmente y salir de ellas.

Gabriel García Márquez en su relato breve “Algo muy grave va a sucederle a este pueblo” ilustra todo el proceso de una profecía autocumplida:

”Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 19 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde:

           -‘No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo’.

 El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:

           -‘Te apuesto un peso a que no la haces’.

 Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan:

           – qué pasó, ¡si era una carambola sencilla!

 Y él contesta:

           -‘es cierto, pero me he quedado preocupado de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo’.

 Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá, feliz con su peso y le dice:

           -“Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla, porque es un tonto.

          -¿Y por qué es un tonto?

          -Porque no pudo hacer una carambola sencillísima, según él preocupado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.

 Su madre le dice:

         -No te burles de los presentimientos de los viejos, porque a veces ocurren.

Una pariente que estaba oyendo esto y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:

        -‘Deme un kilo de carne’

 y en el momento que la está cortando, le dice:

        -Mejor córteme dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado’.

 El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar un kilo de carne, le dice:

       -‘mejor lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas’.

 Entonces la vieja responde:

       -‘Tengo varios hijos, mejor deme cuatro kilos…’

 Se lleva los cuatro kilos, y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata a otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor.

 Llega el momento en que todo el mundo en el pueblo está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, alguien dice:

       -¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?

       -¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!

       -Sin embargo -dice otro-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.

       -Pero a las dos de la tarde es cuando hace más calor.

       -Sí, pero no tanto calor como hoy.

 Al pueblo,  a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:

       -¡‘Hay un pajarito en la plaza!.

 Y viene todo el mundo espantado a ver el pajarito.

       -Pero señores -dice uno- siempre ha habido pajaritos que bajan aquí.

        -Sí, pero nunca a esta hora.

 Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.

         -Yo sí, soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.

 Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde todo el pueblo lo ve. Hasta que todos dicen:

         -‘Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos’.

 Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo. Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:

        -‘Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa’,

 y entonces  incendia su casa  y otros incendian también las suyas.

 Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, y le dice a su hijo que está a su lado:

        -Vistes m’ hijo: algo muy grave iba a suceder en este pueblo “

                                                                             Gabriel García Márquez

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