Padres, madres …perfectos… pues… puedo darte no sólo 10 sino 10.000 consejos para ser madre, pero he de reconocer que no puedo darte ni uno solo para que seas la madre perfecta, porque yo no soy una de ellas. ¿Me gustaría serlo?… pues no lo sé, pero tengo la sensación de que mis hijos ni lo necesitan ni les conviene que yo lo sea si lo que quiero es que lleguen a ser adultos felices.

No se trata de ser una madre o un padre perfecto, nadie nos pide que lo seamos, más que nada porque… perfección…. ¿quien dicta esos cánones?. Se trata de ser consciente, amoroso, humano, aceptarse tal y como uno es, con nuestras virtudes y defectos. Me acepto yo y así a mis hijos, que quizá no son como esperába, pero no por eso merecen menos mi amor, y mucho menos yo sentirme culpable por ello.

Definitivamente, lo confieso: NO HAY REGLAS, para ser una buena madre; también confieso que me esfuerzo cada día en tener más paciencia, buenas intenciones que se volatilizan cuando descubro a mi pequeña embobándose ante su desayuno cuando ya vamos tarde al cole; confieso que me propongo no perder los nervios, propósito que se desvanece cuando veo que en vez de estar haciendo los deberes sigue de charleta por el whatsapp; o que les aparco ante una “peli” para que me dejen un ratito tranquila con mis cosas, o que me traigo a casa a sus amigos con la simple intención de que estén entretenidos y me deje acabar el material para un curso; y si, yo también doy gracias porque se acaban de una dichosa vez las vacaciones….. Pero por todo eso no me considero una mala madre, solo HUMANA, y eso, una madre humana , es lo que necesitan mis hijos.

Humana, empática, segura, consciente, con valores y con sueños, porque quiero que mis hijos, no el día de mañana sino hoy mismo, sean todo eso y además en versión mejorada. ¿Qué les voy a enseñar si siempre soy perfecta, ecuánime, sosegada, coherente…? Pues a que se sientan culpables o frustrados cuando se den cuenta de que ellos no pueden alcanzar semejante perfección.

Nuestros hijos se miran en nosotros para ser adultos, y de la misma forma que copian nuestros gestos y expresiones, copian nuestras reacciones ante lo que nos rodea y lo que nos pasa. Qué sano es maldecir, enfadarse, frustrarse, porque no son más que formas que hemos aprendido de soltar presión… ¿Qué seria de nosotros sin esas válvulas de escape?. La experiencia me ha enseñado que si me enfado con un tercero y me lo trago, pretendo que no ha pasado nada, cuando llegue a casa voy a soltar “sapos y culebras” por la boca contra el primero con el que me cruce en el pasillo, y eso, de verdad, no se lo merece mi familia.

Aristóteles, decía “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo.” Y yo me enfado, mucho, intensamente y, por ello ,¿Soy peor madre?. (“…Ese genio endemoniado”, como decía mi abuela). Si, me enfado, me rio, me ilusiono, me pongo triste, me apasiono, me siento vulnerable y a veces sola…. Si, me gusta sentir tantas cosas, porque sentir mis emociones me hace “sentir” que vivo, y eso es lo que quiero enseñar a mis hijos: a sentir la vida.

Nuestros padres nos han educado como supieron hacerlo, con la mejor de sus intenciones y con las escasas herramientas de las que disponían. Hemos crecido con los “no es para tanto”, “los chicos no lloran”, “sonríe, que no se te note”, “cómo te pones por una tontería”, “vaya la que has liado”… hemos crecido negando nuestras emociones, o en el mejor de los casos tapándolas, y… ¿nos ha ido bien así?… pse… no se si me ha ido bien o mal, solo sé que he sobrevivido y, a toro pasado, con la experiencia que la vida y los años me han dado, lo que tengo clarísimo es que yo no quiero que mis hijos sean unos supervivientes como lo puede ser yo, y mi madre, y antes de ella su madre y así generación tras generación, sino que mis hijos sean unos SÚPER VIVIENTES, y disfruten de cada instante, de sus luces y de sus sombras, se sientan orgullosos de sus éxitos y aprendan de sus tropiezos, que sean capaces de llorar de la misma forma que se monden de risa, porque la vida es taaaaan bonita…

Y ¿cómo enseño yo a mis hijos el valor de la vulnerabilidad, de los sueños, de la serenidad… el valor de los valores? Pues descubriéndolo en mi misma, ya que nuestros pequeños aprenden por imitación. Por eso es tan importante conocerse, aceptarse, quererse como persona, para saber que lo que siento en estos momentos es solo una sensación y que pasará; que no soy una persona huraña, sino que siento tristeza, o no estoy atrapada por la ansiedad y el estrés, sino que siento miedo ….. no soy mis emociones, ya que puedo gestionarlas y puedo elegir cómo sentirme en cada momento.

Sé que te preguntarás: ¿ser capaz de gestionar mis emociones me va a convertir en una madre Zen, un robot que ni siente ni padece? Nooooo… ser capaz de gestionar tus emociones te va a convertir en una persona libre, que se enfadará como “todo hijo de vecino” pero que decidirá el momento en el que no quiere seguir sintiéndose enfadado y se librará de ese enfado. Lo confieso, soy muy pasional y me enfado mucho, intensamente, y hay días que me digo: “estoy enfadada, como un basilisco, pero es que ¡me apetece estar enfadada!”… y me permito estar enfadada; y al rato me canso de estarlo y suelto ese enfado a través de mis herramientas de gestión emocional. ¡No puedes imagina la sensación de libertad!, porque YO elijo cómo quiero vivir lo que me va pasando, no permito que sean mis emociones quienes dirijan mi vida.

¿A que es este panorama el que quieres para tus hijos? Pues para que alcancen todas esas metas y sean todas esas cosas, se lo TÚ primero. Aprende a quererte y a aceptarte, a gestionar tus emociones; Y esto es lo que te propongo en nuestro curso de HERRAMIENTAS PARA PADRES CONSCIENTES, en el cual durante 5 sesiones repartidas 1 al mes, aprenderás a:

  • Gestionar tus emociones

  • Desarrollar habilidades sociales y de comunicación

  • Gestionar el estrés o la ansiedad

  • Estimular la empatía, la consciencia, la serenidad

  • Fortalecer tu autoestima

  • Descubrir el valor de los valores

A lo largo de este programa especializado te sentirás acompañado mientras aprendes herramientas, profundizas sobre ti mismo y disfrutas del placer de ayudar a crecer a tu hijo como alguien independiente, autónomo y seguro a la hora de trazar su propio camino.

¿Te apetece unirte? Comenzamos en Madrid el día 25 de Febrero.